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Yucatán 2016: Cuzamá.

Viernes, 16 de septiembre de 2016. Salimos del hotel a las 8:15 horas hacia Cuzamá, paramos a poner gasoil, llenamos el tanque por 618,16MXN$ más propina. A las 9:32 horas llegamos a Cuzamá, la calle principal estaba cerrada porque era festivo, compramos agua y chocolatinas en una tienda y seguimos hacia nuestro destino. Después de unos 10 minutos llegamos a las oficinas.





Para el día de hoy tenemos previsto visitar tres cenotes, pero estos cenotes tienen algo diferente al resto de la península, el transporte usado para llegar a ellos. Al estar ubicados en una antigua Hacienda, terrenos dedicados al cultivo henquero, donde el producto se transportaba en unas carretillas, llamados truck y tirados por caballos, que se movían sobre unos rieles, los locales han adaptado este sistema al turismo, siendo un reclamo de clientes donde quieren probar este tipo de transporte. El recorrido es de 3 horas, se visitan tres cenotes y el precio para dos personas que es nuestro caso ha sido de 350MXN$.


Recorremos el primer tramo en truck, el segundo en motocicleta, y el tramo final volvemos a usar el truck. Todo bien organizado, así todos tienen trabajo, nos cobra un chico que está en el segundo tramo, en la zona de las motos. Recorrer este camino rodeado de árboles, maleza y alguna plantación de henequén en estos artilugios tirados por caballos, ya sea animal o mecánico, es toda una bonita experiencia.


Dejamos el primer cenote para la vuelta y comenzamos con el cenote Chacsinicché. Encontramos un hueco en la tierra que nos permite ver como las raíces de los arboles bajan en busca del agua. Otro pequeño hueco que tiene una escalera que te permite bajar hasta la primera plataforma, unos 20 metros de bajada. Que maravilla de la naturaleza tenemos antes nuestros ojos, el color azul y la transparencia del agua, así como la bóveda que tenemos encima de nuestras cabezas donde cuelga algunas raíces de los árboles, Pura Naturaleza.







Después de unos 30 minutos volvemos al camino para visitar el segundo cenote. Estamos en el Bolonchojol. Para acceder lo hacemos por un pequeño hueco donde nos espera una escalera de unos 15 metros pero mucho más empinada que la anterior, el acceso es más difícil, pero con calma vamos bajando los peldaños mientras los ojos se acostumbrando a la poca luz.




La bóveda tiene un pequeño hueco donde entra un rayo de luz, menos luz que el anterior cenote, será por este que el agua toma unos tonos de azul turquesa llegando hasta el verde esmeralda, una vez más la transparencia del agua, las raíces de los árboles y las formaciones de las piedras todo influye para que sea uno de los cenotes más hermosos que hemos visitado en Yucatán, Pura Vida. Aquí estamos unos 45 minutos nadando y disfrutando de esta naturaleza.





Volvemos al camino, ahora de regreso al punto de partida, paramos en el último cenote que por distancia sería el primero. El cenote Chelentún, otra vez el acceso es por una escalera de madera rodeada de árboles donde tenemos que buscar un hueco para comenzar a bajar los 20 metros. Es una gran cueva más oscura donde encontramos un cenote tipo túnel, donde entras por un lado del cenote y puedes salir por la otra orilla, por decirlo de una manera. No es tan bonito como los anteriores pero también tiene un encanto por las estalactitas que cuelgan de la bóveda.






De vuelta nos cruzamos con un carro que viene en sentido contrario y tenemos que bajarnos, y sacar el truck de los raíles, para que puedan seguir su camino. Esta visita nos ha permitido ver la adaptación del medio a los días actuales, donde los mayas de una cooperativa han adaptado el antiguo sistema de ganarse la vida en la Hacienda al turismo de hoy en día para seguir llevando “el pan” a casa, nos encantan este tipo de iniciativas, donde puedes ver naturaleza; selva y cenotes, y al mismo tiempo usar un transporte que se usaba muchos años atrás, que ha sido y será parte de la historia de esta tierra. Nos leemos.

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